Rebelión de Túpac Amaru II

Historia

Rebelión de Túpac Amaru II

Rebelión de Túpac Amaru II
Pintura que representa la muerte de Túpac Amaru II, en 1781.

El movimiento rebelde de mayor envergadura y trascendencia fue el liderado por José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru. Asumió este nombre por Túpac Amaru, el último Inca de la resistencia de Vilcabamba. Esta rebelión articuló a sectores sociales muy diversos, desde criollos e indígenas, hasta el clero, gracias al descontento generalizado producido por los ajustes fiscales y presiones sociales de las reformas borbónicas.

Sobre todo, en las zonas comercialmente más articuladas. Si bien ya nos hemos referido a dichas reformas en este capítulo, no es el único factor a tomar en cuenta, por lo cual vale la pena ahondar en la situación del sur andino y del altiplano como contexto al desarrollo de la gran rebelión.

Situación del virreinato antes de la rebelión de Túpac Amaru II

La situación del virreinato para la sétima y octava década del siglo XVIII se fue tornando difícil para muchos sectores de la sociedad. Los criollos, ya sean terratenientes, propietarios mineros, hacendados o funcionarios, vieron un cambio en las reglas del juego que les afectaba tanto en sus ganancias como en sus privilegios de asumir cargos y ser los principales gestores de la economía colonial. El aprovechamiento que la Corona llevó a cabo con las reformas borbónicas dejó a las elites coloniales en pugna por los excedentes y la mano de obra restante, la cual debían compartir con el clero.

Para la población indígena, sumado a la mita y el tributo, ahora debía lidiar con los repartos de mercancías impuestos desde la década de 1670, pero que se tornaron insoportables en el siglo XVIII ya que la decadencia del comercio trasatlántico llevó a que los comerciantes limeños colocaran sus productos en el mercado interno de manera compulsiva. Esto provocó que la cantidad de horas-hombre empleadas por los indígenas en pagar las deudas de los repartos se triplicaran entre 1754 y 1780. Además, la Corona estableció ajustes para incrementar el tributo de la población indígena y la mita minera, siendo el primero incrementado 16 veces entre 1750 y 1820. Para lo segundo, se realizó un nuevo censo en el cual los mestizos, el sector de población que crecía con mayor rapidez, entregaran pruebas de su condición étnica, con lo cual se abría la posibilidad que una gran cantidad de mestizos indocumentados pasaran a trabajar en las minas.

La zona del sur andino y el altiplano boliviano tuvieron un gran intercambio comercial que basaba su centro en la mina de Potosí. La influencia de la mina afectaba comercialmente a puntos tan distantes como el Cuzco o Buenos Aires, y durante el siglo XVII y hasta mediados del XVIII, los arrieros, obrajeros y otros comerciantes habían acumulado gran riqueza y poder. La corona española, en uno de los primeros intentos por recuperar el control económico fiscal, incrementó la alcabala del 2% al 4% en 1772 y luego al 6% en 1776, mientras que se establecieron aduanas por todo el territorio para mejorar su recaudación. Este incremento no sólo afectó a hacendados, obrajeros, mineros, arrieros y artesanos, sino a todo un gran sector de pequeños empresarios, productores y comerciantes, a los que la triplicación del impuesto afectó en sus modestos ingresos.

En 1776, la Corona decidió separar el territorio del Alto Perú del virreinato peruano y lo incorporó al recién creado Virreinato del Río de la Plata, rompiendo así una unidad económica y política que encontraba sus raíces los inicios de la colonia. Las rutas comerciales se vieron comprometidas aún más con la política de libre comercio de 1778, que abrió los puertos americanos al comercio irrestricto con España. La producción textil del Cuzco se vio directamente afectada debido a que la plata potosina salía ahora por el puerto de Buenos Aires y los bienes importados ingresaban al altiplano por el mismo puerto.

Estas medidas afectaron a sectores de la población que no habían tenido motivos de mayor descontento a lo largo del virreinato. Es por ello que las rebeliones a partir de la década de 1770 tendrían un signo característico diferente de las anteriores, la participación de un mayor número de criollos y mestizos. Sin embargo, vale la pena dejar en claro que las reformas borbónicas no afectaron de igual manera a todo el territorio del virreinato del Perú, y generaron más descontento en los espacios donde el movimiento comercial o la mita minera se vio afectada o agudizada. También esto configuró de manera clara los planteamientos y reclamos de movimientos como el de Túpac Amaru II, más ligados a la mita, las aduanas o el reparto, a diferencia de otros sectores como el de la sierra central que siguieron levantándose durante la gran rebelión, pero sin plegarse a ella por exigir otras reivindicaciones.

Los levantamientos en la zona del sur andino y el altiplano no se hicieron esperar. En la década de 1770 se llevaron a cabo una serie de revueltas, siendo las más importantes las de Urubamba, La Paz, Arequipa y Cuzco. La de Urubamba, ocurrida en noviembre de 1777, fue directamente en contra del establecimiento de aduanas y del cobro de alcabalas, y se desarrolló en el pueblo de Maras, donde el corregidor -principal víctima de los levantamientos anticoloniales- logró salvarse. La rebelión de Arequipa fue en contra de la recién inaugurada aduana, la cual fue destruida en enero de 1780. En ambas rebeliones se liberaron a los presos de las cárceles, muchos de los cuales cumplían condenas por deudas. En Cuzco la asonada no pasó de una conspiración debelada antes de estallar, pero que prometía un levantamiento general organizado por criollos, indios y mestizos en contra de la recién inaugurada aduana. Muchos curacas ligados a los hacendados locales se plegaron a la conspiración, asegurando la participación de los indios bajo su cargo. El soplo provino de un cura quien rompió el secreto de confesión, y en junio de 1780 los cabecillas fueron ejecutados. Es en ese contexto de descontento y enardecimiento social que se configuró la rebelión de Túpac Amaru II.

José Gabriel Condorcanqui Túpac Amaru II

El curaca José Gabriel Condorcanqui nació en 1738 en el pueblo de Surimana, a 90 kilómetros al sudeste del Cusco. Estudió en el colegio jesuita San Francisco de Borja del Cusco y a temprana edad heredó una recua de 350 mulas de su padre que eran utilizadas para transportar mercaderías a Potosí, tierras, haciendas cocaleras e intereses mineros. En 1777 tuvo que viajar a Lima para defender en un litigio su posición de Curaca de Pampamarca, Tungasuca y Surimana, y de descendiente de Túpac Amaru I. En Lima aprovechó para presentar una serie de peticiones a las autoridades, entre ellas que se le concediera un título de nobleza hispano y que se exonerara a los indios de sus curacazgos de la mita de Potosí. Todos sus pedidos fueron rechazados. Al parecer la visita a Lima fue clave para que José Gabriel se empapara de las nuevas ideas de la Ilustración y de los acontecimientos internacionales, como la independencia de los Estados Unidos. Además, tuvo acceso a lecturas como los Comentarios reales de los incas de Garcilaso de la Vega, reeditada en 1722 y una de las fuentes principales de lo que historiadores han llamado una especie de nacionalismo neoinca o de utopía andina. La lectura de los Comentarios reales de los incas fue esencial para que en muchos curacas de mediados del siglo XVIII aflore un sentimiento de reivindicación ante las acciones restrictivas y prohibitivas de las reformas borbónicas, al exigir que se les devuelvan sus derechos corporativos que consiguieron con los Habsburgos.

Este discurso se vio empatado con ideas milenaristas del pueblo indígena, el cual creía en el retorno del Inca como un ser salvador, ligado al mito de Inkarri en el cual el inca Viracocha regresaría para restaurar «el tiempo de los incas» representado en una utopía de justicia y armonía. En otras rebeliones a lo largo del siglo XVIII el milenarismo ha estado muy presente en los imaginarios de los rebeldes, y muchos de sus líderes fueron considerados esta figura del Inca redentor. Las visiones utópicas en la rebelión de Túpac Amaru II fueron parte muy importante del discurso de la dirigencia, sobre todo para reclutar un gran contingente indígena que era el que más simpatizaba con este tipo de discursos. Un ejemplo claro de esto es el redentor nombre que asume José Gabriel Condorcanqui en alusión directa al último de los Incas de Vilcabamba -otro inca rebelde- con un componente de dinastía real europeizada, pues los Incas nunca repitieron sus nombres en sus sucesores. Pero también fue utilizado otro tipo de discurso y programa político más puntual y concreto que permitió que criollos y mestizos se plegaran al movimiento, al declararse en contra de los impuestos, las aduanas y la mita minera. En parte, como veremos adelante, la radicalización del movimiento y la muerte de un gran número de españoles, criollos y curas por parte de los rebeldes fue debido a este doble discurso y a la falta de una línea de acción consecuente por parte de José Gabriel.

Organización de la rebelión de Túpac Amaru

El discurso rebelde fue muy diverso y sus reivindicaciones contradictorias. Al tratar de aglutinar diversos sectores sociales como criollos y mestizos terratenientes, hacendados y comerciantes, con indígenas tributarios y mitayos, terminó olvidando pedidos básicos y evidentes a favor de los indígenas, como lo fue el tributo, la tenencia de la tierra y las formas de prestación laboral. En cambio, su programa reivindicatorio destinado a las elites era bastante completo, tomando en cuenta que la mayoría de esos pedidos le favorecían, como los relacionados a la alcabala, aduanas, cargos públicos y la supresión de la mita y los repartos.

Esta actitud dubitativa del líder del movimiento provocó que no muchos curacas no se plegaran al movimiento, en parte al no compartir los intereses del grupo económico que representaba José Gabriel Condorcanqui y por una serie de alianzas coloniales que ya mencionamos al ver la rebelión de Juan Santos Atahualpa. Posteriormente, el triunfo inicial en Sangarará llevó a la exacerbación de las masas del movimiento, atentando en muchas ocasiones contra los intereses de los criollos o de las elites mestizas e indígenas, dejando de lado a una serie de potenciales aliados.

La violencia de la rebelión en muchas ocasiones no diferenció a los aliados, sino siguió un patrón étnico, ya que los blancos en su mayoría eran los que representaban el poder colonial. Dentro de las ideas de los líderes de la rebelión estaba romper vínculos con España, mas no realizar cambios estructurales en la jerarquía social colonial, elemento que se repitió en las guerras de independencia locales.

Túpac Amaru organizó su rebelión de acuerdo a las tradiciones andinas coloniales. En ese sentido, el sistema de parentesco jugó un papel vital en la organización de la rebelión, ocupando los familiares de los líderes los puestos más importantes. Además de sus parientes, José Gabriel logró establecer alianzas con curacas, hacendados, escribanos, comerciantes, artesanos, obrajeros, arrieros y algunos curas, además de una serie de criollos limeños que nunca fueron delatados por el líder del movimiento.

La jerarquía interna de la rebelión también respondió a los patrones coloniales, pues los cargos más altos tanto militares como estratégicos fueron ocupados por mestizos, curacas o criollos. En muy pocas ocasiones, indios del común tuvieron bajo su cargo a tropas, y en ningún caso los negros.

Desarrollo de la gran rebelión de Túpac Amaru

Después de su visita a Lima, José Gabriel regresó frustrado a Tinta donde empezó a organizar la rebelión, la cual estalló el 4 de noviembre de 1780 día del cumpleaños del rey Carlos III. Los rebeldes tomaron preso a Antonio de Arriaga, corregidor de Tinta, odiado por sus abusos y maltratos, y quien fue ejecutado el 10 de noviembre en ceremonia pública luego de un juicio sumario. El primer grito de guerra de Túpac Amaru II no fue muy diferente al de otras rebeliones de la época: «viva el Rey, muera el mal gobierno», dejando en claro que su lucha era contra los funcionarios coloniales subordinados que contravenían las órdenes del rey y sacaban provecho a costa del sufrimiento de los indios, pero no contra la autoridad real. Hasta entonces el levantamiento de Túpac Amaru II no se diferenciaba en mucho de otros anteriores, pues aún respetaba las reglas del juego colonial y pedía reivindicaciones puntuales de acorde a sus intereses de grupo.

El 16 de noviembre Túpac Amaru declaró la abolición de la esclavitud, sin muchos resultados favorables debido a la poca población esclava de la sierra. El 18 de noviembre tuvo lugar el primer enfrentamiento entre las tropas rebeldes y los españoles en Sangarará, donde la victoria de los alzados fue clara. Murieron 576 personas entre criollos y mujeres que se habían refugiado en una iglesia, acción que fue aprovechada por las autoridades coloniales para difundir el carácter violento y anticriollo de la rebelión, reduciéndolo a una guerra de castas. Esto a la postre afectaría en el poco apoyo que los criollos, mestizos y hasta nobles indígenas dieron a la rebelión, además de otros factores como las alianzas locales que dividieron a la elite indígena, siendo más la que apoyó a la represión española. Por otra parte, también demostró que la rebelión no podía controlar a un contingente más radical conformado principalmente por indígenas que vieron en la rebelión el fin de siglos de explotación y de maltratos.

El cerco del Cuzco y las derrotas rebeldes

Luego de la victoria de Sangarará, un contingente se dirigió a Tinta para reunir refuerzos y otro liderado por Túpac Amaru II se dirigió a la zona de Titicaca para difundir la rebelión en el altiplano. Quizá el principal error táctico de Túpac Amaru da lugar en ese instante en que se aleja del Cuzco en vez de tomar la que fue la ciudad imperial de los Incas.

El Cuzco no había logrado organizar una defensa adecuada debido a lo rápido que los rebeldes habían logrado organizar un gran contingente de personas y era presa fácil de una invasión. El 9 de diciembre los rebeldes tomaron Lampa y el 13 Azángaro, y para fines de mes ya se había propagado por Moquegua, Tacna, Arequipa y Arica, mientras que algunos poblados cuzqueños se plegaban al movimiento. Recién los rebeldes asediaron la ciudad el 28 de diciembre, momento en el cual ya se había organizado una defensa no sólo de las huestes españolas sino también de indígenas liderados por Mateo Pumacahua, curaca rival de José Gabriel Condorcanqui. De todas maneras, los seis mil hombres comandados por Túpac Amaru II hubieran podido atacar la ciudad, pero el líder del movimiento prefirió negociar una rendición de la ciudad a cambio de proteger los intereses de los criollos.

El fracaso de la toma de la ciudad del Cuzco significó el punto crítico de la rebelión, pues dio tiempo para que las tropas españolas se reorganizaran y fortalecieran, mientras que el movimiento rebelde no volvió a conseguir ninguna victoria de envergadura

El 23 de febrero el visitador Areche llegó a la ciudad del Cuzco con más de 17 mil soldados, además de una gran cantidad de indígenas y curacas que se habían plegado al movimiento. En marzo se inició la contraofensiva realista, liderada por Mateo Pumacahua quien venció a los rebeldes en Llocllora y en Mitamita a inicios de abril. Finalmente, el 5 de abril de 1781 fue capturado junto a sus familiares y principales líderes del movimiento. El 18 de mayo José Gabriel Condorcanqui fue ejecutado en la plaza del Cusco junto a su esposa Micaela Bastidas, quien tuvo un importante papel en la organización del movimiento, a sus hijos, otros familiares y colaboradores más cercanos.

Fase aimara de la rebelión

En el Alto Perú la situación de opresión se asemejaba a la del sur andino. También allí durante el siglo XVIII se habían llevado a cabo levantamientos y conspiraciones que finalmente estallaron gracias al ingreso de las huestes tupamaristas en la zona altiplánica. Liderados por Diego Cristóbal Túpac Amaru y Mariano Túpac Amaru, los rebeldes tomaron diversos pueblos llegando a la ciudad de Puno el 23 de mayo. Desde allí se organizó una nueva fase de la rebelión liderada por Julián Apaza, quien fue miembro de la rebelión desde sus inicios, y quien tomó el nombre de Túpac Catari.

El mesianismo de Túpac Catari y su discurso milenarista fue mucho más sincrético que el de Túpac Amaru, al asegurar que su mensaje era transmitido por Dios y declararse Virrey de los territorios liberados, en un intento infructuoso de separarse de la rebelión del sur andino.

Los rebeldes asediaron la ciudad de La Paz desde el 13 de marzo de 1781 durante 109 días sin éxito, debido a la resistencia y al apoyo de tropas mandadas desde Buenos Aires. En ese contexto el virrey Agustín de Jáuregui aprovechó la baja moral de los rebeldes para ofrecer amnistía a los que se rindieran, lo cual dio muchos frutos, incluyendo algunos líderes del movimiento. Túpac Catari, que no había aceptado la amnistía y se dirigió a Achacachi para reorganizar sus fuerzas dispersas, fue apresado la noche del 9 de noviembre de 1781. Fue descuartizado seis días después.

La pacificación del altiplano a cargo del mariscal Del Valle demoró hasta julio de 1782, y el ensañamiento de las autoridades españolas con los rebeldes no conoció límite, al capturar y ejecutar a los líderes que se habían acogido a la amnistía ofrecida por el virrey Jáuregui.

Consecuencias de la rebelión de Túpac Amaru II

El saldo de la gran rebelión fue el más impactante de la historia colonial de levantamientos, más de cien mil muertos de una población de 1.2 millones de personas, lo cual provocó de inmediato un colapso demográfico en el sur andino. Hay que dejar en claro que gran parte de las bajas no se produjeron durante las batallas, sino en la rebelión española posterior que duró varios años.

Las medidas de la Corona para evitar que una rebelión de la envergadura de la de Túpac Amaru se repitiera fueron inmediatas. El ministro de Indias, José de Gálvez, organizó una gran represión en contra de cualquier aliado de la rebelión, además de los parientes de los dirigentes, inclusive se aplicó el quintado que consistió en ejecutar a cada quinto hombre en las aldeas donde se apoyó a Túpac Amaru II. Las penas contra los criollos fueron más leves, en un afán por reconciliar a la corona con dicho grupo que ya estaba enemistado desde las reformas borbónicas.

Una serie de medidas fueron implementadas para erradicar lo que se había percibido como un nacionalismo inca. En 1787 se abolió el cargo hereditario de curaca y se prohibió el uso de la vestimenta real incaica, la exhibición de toda pintura o iconografía de los Incas, el uso de símbolos pre-coloniales e inclusive la lectura de las obras de Garcilaso de la Vega.

Otras medidas fueron destinadas en mejorar la administración colonial y apaciguar los ánimos de las poblaciones del sur andino. En 1787 también se estableció una audiencia en el Cuzco que sería mucho más receptiva a las demandas locales. Luego, en 1784 se abolió el reparto de mercaderías y los corregimientos fueron reorganizados en intendencias, quedando así el cargo de corregidor eliminado. Asimismo, la Corona desplegó tropas regulares en diversas provincias andinas, asumiendo un papel de control social interno.

A largo plazo, estas acciones perjudicaron principalmente a la elite indígena, al ser despojada de sus fueron y privilegios. El sector que lograba comunicarse de mejor manera con los mestizos y criollos y defender los intereses de los indígenas fue desapareciendo paulatinamente no sin ofrecer resistencia en interminables litigios que no pudieron detener la debacle de los curacas. Así, con el pasar de los años todos los pobladores andinos pasaron a ser indios sin distinción, aumentando el sentimiento de desprecio y humillaciones a medida que sus derechos eran socavados cada vez más, mientras los criollos percibieron el peligro que significaba movilizar a contingentes indígenas para realizar sus propios pedidos y reclamos. La incapacidad de los líderes multiétnicos del movimiento para establecer una alianza criollo-india y las mismas divisiones dentro de la población indígena fueron el germen del fracaso rebelde.

El importante papel de intermediarios coloniales que ejercían los curacas, truncado a fines del siglo XVIII y el sentimiento de amenaza de los criollos y españoles ante las masas indias tuvo consecuencias hasta después de la independencia del Perú, y ayudó a configurar de manera negativa la concepción que la nueva república peruana tendría de los indios, dejándolos fuera constantemente de sus planes políticos.

Si bien la imagen de Túpac Amaru II fue revitalizada desde el indigenismo en los años veinte y luego con fines políticos en la década de 1970, últimos estudios que combinan diversas metodologías y disciplinas académicas han dado nuevas luces no sólo sobre el levantamiento de José Gabriel Condorcanqui, sino sobre todos los movimientos sociales del siglo XVIII. Actualmente, y luego de la idealización sufrida por el cacique de Surimana que inclusive llegó al cine peruano, se puede afirmar que si bien la rebelión tuvo una gran envergadura y sus consecuencias fueron las más importantes de todos los levantamientos del penúltimo siglo colonial, lejos está Túpac Amaru II de ser un luchador social por su pueblo y precursor de la independencia bajo una conciencia nacionalista.

Conquista del Tahuantinsuyo

Conquista Inca

Proceso histórico de anexión y destrucción del Tahuantinsuyo al Imperio español.

Edad Media

Edad Media

Periodo de cerca de mil años iniciado en 476 d. C., con el fin del Imperio Romano de Occidente.

Cultura Chavín

Cultura Chavín

Cultura matriz del Perú antiguo localizada en Ancash, fue descubierto por Julio C. Tello.

Invasiones Bárbaras

Invasión Bárbara

Migraciones producidas por los bárbaros en Europa entre los S. III y VIII d. C.

Cromosomas

Cromosomas

Cuerpos nucleares que resultan de la duplicación y condensación de la cromatina.

Separatas Educativas
Separatas Educativas