Resistencia Incaica

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Resistencia Indígena

La reacción inicial de la masa indígena frente a la llegada de los invasores hispanos fue de sorpresa y desconcierto. Tanto la élite inca, como las masas indígenas quedaron sorprendidas ante la irrupción repentina de Pizarro y compañía. Embaucados luego por el discurso providencialista de Pizarro, una gran cantidad de pueblos anexados por los Incas vieron en éstos a emisarios celestiales y/o divinos llegados de las aguas con el propósito de devolverles su libertad y restaurar su antigua autonomía preincaica.

Pizarro, astuto político, supo sacar provecho de esta coyuntura, pactando alianzas con los Curacas de estas naciones, abiertamente enemigas de los Incas, prometiendo liberarlas del yugo quechua y restituirles sus antiguos privilegios perdidos por la invasión incaica. Entre las más conspicuas colaboradoras de Pizarro, tendríamos que mencionar sin lugar a dudas, a los Huancas en primer lugar, Chachapoyas, Cañaris, Yungas, entre otras.

Simultáneamente, la política maquiavélica de Pizarro lo impulsó a intervenir abiertamente en las pugnas intestinas que socavaban a la élite incaica, tomando partido por la facción huascarista, prometiendo restituir en el poder a la legítima dinastía cusqueña, ganándose de este modo la plena adhesión de estos en su lucha fratricida contra los partidarios de Atawalpa, que poco después de la muerte de éste enarbolarán las banderas de la resistencia en contra del invasor.

Por desgracia, la denodada resistencia de los más notables generales atawalpistas: Rumiñahui, Challcochimac y el Apo Quizquis, sucumbieron en una brava y tenaz, aunque inútil y vana resistencia, debido, entre otros, a dos factores gravitantes que,

 fueron aprovechadas magistralmente por Pizarro: 

1. El colaboracionismo de las naciones sometidas al Imperio y, 2. La decidida adhesión de la nobleza cuzqueña personificada en la notable figura de Manco Inca, quien, en un principio fue aliado incondicional de Pizarro, hasta el punto que el caudillo español lo llega a designar inca, en un gesto de aparente justicia a la causa cusqueña, pero que, en el fondo, no era sino la estrategia política de Pizarro para tomar posesión de la capital Imperial y posesionarse definitivamente de los territorios del destrozado Imperio de los Incas.

Una vez en el Cusco, liquidados los últimos remanentes de la resistencia antiespañola, y eliminado todo rastro de oposición atawalpista, Pizarro y sus huestes desenmascaran su verdadera naturaleza pérfida e inmoral, al saquear y profanar el templo sagrado del Sol, al ultrajar a las ñustas y acllas cusqueñas, al entregarse sin rubor a lo más despiadado del pillaje y el vilipendio.

Frente a esta situación, Manco, el otrora dócil y leal Inca, se sublevará y se pondrá al frente de una rebelión que pondrá en jaque a los hispanos y que constituye una de las epopeyas más gloriosas de resistencia que nuestro pueblo le opuso al invasor español. Resistencia que, a pesar de la repentina muerte del joven caudillo en sus dominios de Vilcacamba, será proseguida por sus descendientes, los célebres Incas de Vilcabamba, quienes mantendrán prendida la llama de la resistencia hasta 1572, en que será apagada por causa de la traición y la salvaje represión del Virrey Francisco de Toledo, “ajusticiando” vilmente al último Inca de la gloriosa dinastía rebelde, Túpac Amaru I.

Ciudadela de Choquequirao, Cusco.
Último refugio incaico.

Rebelión de Manco Inca

Luego del ingreso de Francisco Pizarro y sus huestes al Cusco, éstos se enfrascaron en acciones de pillaje y saqueo de los tesoros más hermosos del Templo del Coricancha y de otros recintos. A eso se suma la salvaje actitud de opresión, maltrato y abusos que éstos aplicaron sobre las masas indígenas, el ultraje de las bellas acllas y ñustas cusqueñas, provocando estupor e indignación en el joven caudillo y en los más altos dirigentes religiosos y nobles quechuas, que a la postre desembocaría en el levantamiento de Manco Inca. Es en ese momento que luego de conspirar con el Willac Umu (Sumo Sacerdote imperial), se urdió el plan de engañar a Almagro con el supuesto mito de la existencia de fabulosas riquezas en el extremo sur del Tahuantinsuyo, vale decir en Chile. Almagro emprenderá una expedición hacia la conquista de Chile, que lo llevará al más estrepitoso fracaso. De esta manera Manco Inca lograba su propósito de alejar del Cusco a numerosos contingentes hispanos y de indios aliados de los españoles. Pero, aun así, al seguir capturado y apresado por los hermanos Pizarro, Manco elabora la treta de la estatua de oro, asegurándole a Hernando Pizarro, que, si le dejaba ir personalmente al valle de Yucay, éste le traería el famoso tesoro. Al ser enviado por Hernando Pizarro, Manco Inca aprovechará la situación para sublevarse desde Yucay y levantar a más de 10 mil quechuas, iniciándose con ello la más grande rebelión que pondrá en riesgo la política de colonización iniciada por España durante el siglo XVI. Etapas de la rebelión de Manco Inca: Fase ofensiva (el ataque a Lima) y fase defensiva (repliegue y retirada).
La revolución de Manco Inca fue el resultado de un plan coherente, cuidadosamente estructurado, que tenía como objetivo destruir los dos centros de poder español en el Tahuantinsuyo: Cusco y Lima. El frente de guerra contra el Cusco fue dirigido por el propio soberano, con la colaboración ya mencionada del Willac Umu, y el frente de guerra contra Lima fue encomendado al general Quizu Yupanqui, que, de no haber sido por la traición de los Huancas en el momento más crucial del asalto a la capital, otra hubiera sido la historia y probablemente el Imperio incaico se habría restaurado nuevamente.

Ofensiva de Manco Inca

Con la ayuda del Willac Umu, Manco inca al mando de más de 20 mil quechuas, venció a los españoles en la batalla de Yucay, obligando a 200 españoles de refugiarse en Suntur Huasi, actual iglesia del Triunfo al mando de Juan, Hernando y Gonzalo Pizarro. Luego las fuerzas de Manco Inca tomaron posesión de la Fortaleza de Sacsayhuamán, pero cometieron el error de sitiar por diez meses el Cusco, cuando lo más conveniente habría sido aniquilar a los españoles en un asalto fulminante. Desde Lima, Pizarro envió cinco ejércitos para sofocar la rebelión cuzqueña, sin embargo, la gran capacidad del general quechua Quizu Yupanqui acabó con éstos en victoriosas batallas en la sierra central, desde donde venía en marcha incontenible hacia la recientemente fundada ciudad de Lima.

En el Cusco, la situación militar era tan desesperada que los españoles recurrieron a una estratagema, que a la postre sería su salvación. Simulando una retirada general tomaron el camino del Chinchaysuyo, y cuando los quechuas tomaron sus emplazamientos para perseguirlos, los contraatacaron con su caballería y artillería causando gran mortandad. En medio de la confusión los sobrevivientes se refugiaron en la fortaleza de Sacsayhuamán.

El ataque español contra la fortaleza no se hizo esperar. Hernando Pizarro ordenó tomar la célebre fortaleza. Tres días con sus noches tomo tan amarga misión, hasta que los hispanos lograron su objetivo. Incontables fueron las pérdidas humanas, tanto de nativos como de españoles. Merece recordarse por su valor indómito y entereza moral a un orejón quechua que prefirió arrojarse al vacío antes que sufrir la humillación de la derrota. La posteridad lo recuerda con el nombre de Cahuide, aunque su verdadero nombre es Titu Cusi Huallpa. Asimismo, entre la veintena de caídos españoles estaba Juan Pizarro, hermano del conquistador.

Soldado Inca ataca a Conquistador español.
Pintura de Juan Bravo.

El ataque a Lima

Simultáneamente al asedio del Cusco por Manco Inca ocurrió el asalto a Lima, a manos de las tropas quechuas dirigidas por el brillante general cuzqueño Quizu Yupanqui. Este, en su marcha hacia Lima derrotó a las expediciones enviadas por Pizarro para reforzar la ciudad imperial que estaba en peligro por el cerco de Manco Inca y de este modo ayudar a sus hermanos que estaban en peligro extremo. 

En el valle del Mantaro, Quizu Yupanqui reclutó a miles de Huancas, quienes en contra de su voluntad fueron enrolados en el ejército quechua. De allí Quizu Yupanqui y aproximadamente 25 mil quechuas marcharon incontenibles hacia Lima y bajando por la quebrada del Rímac derrotaron a un destacamento español en la batalla de Ate Vitarte. Ya en Lima, las tropas quechuas se asentaron en las faldas del Cerro San Cristóbal, al norte de la ciudad, en tanto que tropas que descendían por las quebradas del Chillón y Cieneguilla quedaron acantonadas en la desembocadura de estas quebradas, sin que hasta hoy se pueda aventurar una hipótesis de la razón por la que no entraron en combate.

El enfrentamiento era inminente, el asalto a la recientemente fundada capital era cuestión de tiempo. Pizarro era consciente de ello y todo parecía indicar que el final se acercaba, por ello decidió adoptar las medidas más oportunas para la defensa de la capital. Atrincheró por la noche a sus tropas en dos grandes galpones ubicados estratégicamente en las cercanías de la plaza de armas.

Al amanecer al día siguiente Quizu Yupanqui y su ejército vadearon el río en medio de un gran vocerío, e ingresaron a la ciudad, y sin resistencia llegaron a la plaza principal.

En esos momentos se desató el ataque español por sorpresa, la artillería, la caballería ligera y la infantería desataron la carnicería. El pánico y la confusión se apoderaron de los atacantes.

Cuando el combate arreciaba en su momento de mayor fiereza, se dice que Quizu Yupanqui ordenó el ingreso del contingente Huanca para atacar por el sur a los hispanos, pero estos defeccionaron cobardemente y jamás ingresaron en apoyo de los quechuas, de lo contrario los españoles habrían sido aniquilados completamente. La actitud de los Huancas es explicable por las irreconciliables rivalidades que esta nación tuvo con los incas desde antes de la conquista. Es en estas circunstancias que Quizu Yupanqui es atravesado mortalmente por una lanza del jinete español Pedro Martín de Sicilia. Al ver muerto a su caudillo, los atacantes emprendieron la retirada, acampando algunos días al otro lado del río, pero luego desaparecieron repentinamente al no tener un jefe que los dirigiese.

Libre de acechanzas, Francisco Pizarro decidió enviar una expedición de 500 hombres hacia el Cusco en socorro de los españoles cercados. En noviembre de 1536 se pusieron en camino bajo la dirección de Alonso de Alvarado que pacificó con crueldad el centro y sur del Perú.

Fase defensiva: Repliegue y retirada

Conocedor de la nueva realidad, Manco Inca tomó la decisión de replegarse estratégicamente hacia Ollantaytambo, para luego, -al observar la recuperación de posiciones de sus enemigos, específicamente de los almagristas que por aquella época acababan de derrotar a los ejércitos de Pizarro, en el marco de la Guerra Civil suscitada entre ambos conquistadores-, terminar por retirarse a las agrestes e inhóspitas selvas de Vicabamba, lugar desde donde organizará una verdadera guerra de guerrillas contra el invasor, conflicto que abarcará una vastísima área geográfica a lo largo de 1500 kilómetros, desde Huánuco hasta el Collao, y que solo se apagará a causa de la vil traición, cuando el año 1544, Diego Méndez, uno de los refugiados almagristas – que habían escapado de las represalias que sobre ellos pesaba luego de la batalla de Chupas- dio muerte al caudillo Inca apuñalándolo en su reducto de Vilcabamba. Al ser capturados, estos almagristas morirán espantosamente al ser quemados vivos.

De esta manera, con la muerte de Manco se terminaba un capítulo en esta larga y gloriosa lucha de resistencia ante el invasor hispano, pero pronto, no habría de pasar mucho tiempo para que los himnos de guerra volviesen a oírse en el destrozado imperio de los Incas, está vez bajo la conducción y el liderazgo de los hijos de Manco Inca, los célebres Incas de Vilcabamba.

Muerte de Manco Inca.
Ilustración de Martín de Murúa.

Los incas de Vilcabamba.

Los Incas de Vilcabamba se encargaron de brindar resistencia a la invasión española, estos se localizaron  en la ciudadela de Choquequirao, Vilcabamba, lugar conocido como el último refugio de los incas, donde durante cuarenta años  resistieron  Manco Inca y sus sucesores refugiados. 

Los incas de Vilcabamba gozaban de prestigio religioso, más no político y no lograron recomponer el gobierno debido a que la élite estaba dividida.  Un sector representado por Paullu vivía en el Cusco con excelentes relaciones con los españoles y en aparente rivalidad con Vilcabamba.

Incas de Vilcabamba
  1. Sairi Túpac (1544 – 1557).
  2. Titu Cusi Yupanqui (1557 – 1571).
  3. Túpac Amaru I (1571 – 1572).
1. Sairi Túpac (1544 – 1557)
  • Asumió el reinado cuando apenas tenía 5 años.
  • Provisionalmente gobernaron regentes, los cuales mantuvieron una línea de hostigamiento y beligerancia antihispánica.
  • En 1557, ya en su mayoría de edad asumió el mando del reino, pero luego de negociaciones diplomáticas con representantes del Virrey Andrés Hurtado de Mendoza, Marqués de Cañete, fue convencido por el Español Juan Sierra para que se someta al vasallaje del rey de España, Felipe II de Habsburgo y renuncie a la lucha de resistencia a cambio de mercedes y privilegios.
  • Todos estos hechos opacaron la figura histórica de Sairi Túpac, al doblar la cerviz ante los españoles, a cambio de privilegios y encomiendas en el valle de Yucay.
2. Titu Cusi Yupanqui (1557 – 1571)
  • Fue uno de los incas más notables de la dinastía rebelde.
  • Guerrero por excelencia, reinició la lucha militar contra los españoles, llegando a organizar una sublevación generalizada que abarcase desde Quito hasta Tucumán (Argentina), pero fracasó.
  • Posteriormente tuvo acercamientos con los españoles, bautizándose cristiano y firmando una tregua en 1566, denominada la Paz de Acobamba, según la cual, se permitía el ingreso de misioneros españoles a sus dominios de Vilcambamba.
  • Es famoso por su gran erudición, a tal punto de escribir una crónica de los sucesos ocurridos durante la vida de su padre.
  • Su rebelión coincide con el surgimiento del Taki Onkoy, movimiento de resistencia ideológica, religiosa y política surgido en Ayacucho en 1565, bajo la batuta del indio Juan Chocne, que propugnaba la expulsión de los españoles y el rechazo total a su cultura y religión, además del retorno a la ancestral religión y cultura incaica.
  • Intentó nuevamente encender la llama de la rebelión en todo el Tahuantinsuyo, pero fracasó en el intento, debido al estado de divisionismo existente al interior de la masa india.
  • Murió en 1570.
3. Túpac Amaru I (1571 – 1572)
  • Prosigue la lucha de resistencia antiespañola.
  • Se enfrentó a la ferocidad e insania del Virrey Francisco de Toledo. El Virrey Toledo, a través de fuerzas represivas dirigidas por Martín Hurtado de Arbieto y Martín García de Loyola derrotaron al caudillo en la batalla de Waynapucará.
  • Túpac Amaru I Logró fugar, pero fue entregado a los españoles por la traición del Cacique Ispaca de la tribu de Momori.
  • Capturado el inca, es llevado al Cusco, y, obligado a comparecer ante el sanguinario virrey Toledo, el Inca lo desaíra alegando que éste era solo un yanacona del rey de España.
  • Procesado, es sentenciado vilmente a ser decapitado, ejecución que afrontará con una entereza y un orgullo propio de su estirpe y su linaje real un 23 de Setiembre de 1572 en la plaza mayor del Cuzco, eclipsándose para siempre la gloria del imperio incaico.

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